La narrativa bíblica relata que Jesús llegó montado en un burro a Jerusalén mientras la multitud lo recibía agitando ramas de palma y colocando mantos en su camino, en señal de honor y reconocimiento. Este evento es considerado un cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento y se interpreta como un acto figurado de la realeza espiritual de Jesús.
Durante las liturgias del Domingo de Ramos, los fieles llevan palmas o ramas de olivo bendecidas en procesión, en memoria de la bienvenida que recibió Jesús en Jerusalén. Estas ramas son luego guardadas en los hogares como símbolos de bendición y protección para todo el año, son emblemas de victoria, paz y esperanza.
La Semana Santa en el calendario litúrgico es un período de intensa reflexión y devoción que culmina en la celebración de la Resurrección de Jesús en la Pascua. Durante ella se celebran tanto los oficios como las procesiones que marcan los eventos que llevaron a la muerte y resurrección de Jesús, considerados los pilares centrales de la fe cristiana.
Cada cristiano vive y reflexiona la Semana Santa de una manera u otra, para muchos es primordial la entrada Triunfan de Jesús, un momento de triunfo y honor para Jesús. Para otros es esencial el cumplimiento de profecías del Antiguo Testamento, como se describe en el libro de Zacarías, es decir, lo que fortalece la creencia entre los cristianos de que Jesús es el Mesías esperado. También es importante la preparación para la Pasión, un momento para reflexionar sobre los eventos que llevaron al sacrificio de Jesús por la salvación de la humanidad.
En definitiva, el Domingo de Ramos es un evento crucial en la vida de Jesucristo que preparó el camino para su sacrificio redentor. Esta semana es muy importante en la vida espiritual de los cristianos, ya que recuerda los sucesos fundamentales del corazón de la fe cristiana.