Ser una persona sana implica hacer deporte, pero también supone llevar una buena alimentación, es decir, tener hábitos saludables. No sirve de nada hacer un hábito sin el acompañamiento del otro, tiene que ser unas rutinas compatibles y complementarias, no sustitutivas. En ocasiones, llevamos a rajatabla una más que otra, por ejemplo, los jóvenes suelen hacer más deporte y dejar de lado la alimentación, sin embargo, las personas mayores no hacen tanto ejercicio físico, porque su cuerpo no se lo permite y se tienen que apoyar más en la alimentación.
Es fundamental que las personas de la tercera edad mantengan una alimentación saludable, ya que, a medida que los mayores envejecen, el cuerpo va cambiando y tienen otras necesidades nutricionales, que antes no tenían o no eran conscientes de ellas.
7 razones clave para mantener una buena alimentación
- Prevención de enfermedades crónicas: Una buena alimentación puede fortalecer tu cuerpo, de tal forma que puedas prevenir o controlar enfermedades comunes como diabetes de tipo 2, hipertensión, osteoporosis o enfermedades cardiovasculares.
- Mantenimiento de la masa muscular: Es vital que la fuerza muscular no se pierda o se pierda lo menos posible. Como las personas mayores no tienen la misma energía que tenían antes no pueden hacer ciertos tipos de ejercicio. Pero, es muy importante que adapten cada actividad física a sus capacidades. Con la edad es normal perder masa muscular… Una dieta rica en proteínas de calidad ayuda a conservar esta fuerza y así prevenir caídas y fracturas.
- Fortalecimiento del sistema inmunológico: Comer sano no solo significa comer frutas y verduras. Las personas mayores pueden combinar toda su alimentación con vitaminas y minerales como la vitamina C, D, zinc y selenio que ayudan a que el sistema inmune se mantenga fuerte y pueda combatir fácilmente las infecciones que puedan sufrir.
- Salud mental y cognitiva: Hay algunas enfermedades que afectan a la salud mental como el Alzheimer que se pueden combatir siguiendo un tipo de dieta concreta. Por ejemplo, una alimentación rica en grasas saludables (como el omega-3), antioxidantes y vitaminas del complejo B puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo.
- Mejorar la absorción de nutrientes: Comer bien y mucho, no sirve de nada si no se hace una buena digestión, ya que ciertos alimentos te pueden sentar mal. A medida que cumplimos años nos cuesta más hacer la digestión, con la edad este proceso es más lento y menos eficiente. Para combatir este problema es mejor consumir alimentos ricos en fibra y bien balanceados para evitar estreñimiento y asegurar una buena absorción de nutrientes.
- Hidratación: El agua es la base de cualquier alimentación, y más si queremos ser saludables. Una dieta saludable también implica mantener una buena ingesta de líquidos. Muchas personas mayores pierden la sensación de sed y esto puede llevar a la deshidratación, ya que se les olvida que tienen que beber agua, porque no lo ven como una necesidad.
- Mejorar el estado de ánimo: Cuando estamos bien emocionalmente, tenemos un bienestar general. Aunque no lo parezca, una alimentación equilibrada influye en el bienestar emocional. En primer lugar, nos sentimos con más fuerza y energía y estamos más felices, en segundo lugar, nos sentimos bien con nosotros mismos porque estamos sanos, y en tercer lugar estamos mejor físicamente y eso nos sube el ánimo. Nutrientes como el triptófano (precursor de la serotonina) pueden ayudar a mantener un buen estado de ánimo.
Por todos estos motivos, mantener una alimentación saludable en la tercera edad es fundamental para preservar la salud física, mental y emocional. Una dieta equilibrada contribuye a la prevención de enfermedades crónicas, mejora la función del sistema inmunológico, ayuda a conservar la masa muscular y favorece la digestión, aspectos esenciales para una buena calidad de vida en esta etapa. Además, una buena nutrición influye positivamente en el estado de ánimo y la claridad mental, permitiendo que las personas mayores mantengan su autonomía y bienestar general por más tiempo. Por ello, es indispensable fomentar hábitos alimenticios adecuados que respondan a las necesidades específicas de esta etapa de la vida.