La soledad en las personas mayores es un problema creciente que afecta su salud física y emocional. Con estrategias como la inclusión social, el apoyo familiar y el uso de tecnología, se puede mejorar significativamente su calidad de vida.
Cuando tenemos un problema nos apoyamos en las personas que más queremos y más nos quieren. Son aquellas que nos protegen, nos cuidan y nos guían en el camino. Nos apoyamos en ellas porque sabemos que nos van a escuchar, comprender y ayudar para hacernos sentir mejor. Son personas vitamina que necesitamos a nuestro lado para ser felices y vivir acompañados, pero… ¿Qué sucede cuando esto no es así y es todo lo contrario? Es muy complicado y duro combatir la soledad. 

En ocasiones nos sentimos solos, pero realmente estamos acompañados, vamos al colegio, a la universidad o al trabajo y estamos rodeados de personas que nos aportan algo. Vamos al supermercado, al gimnasio o salimos los fines de semana y nos encontramos con personas con las que podemos mantener una conversación, aunque sea únicamente un “buenos días, ¿qué tal estás?” Pero… son palabras, y este detalle vale oro, porque no todo el mundo lo tiene. Con “no todos”, me refiero a las personas mayores, aquellas que están más cerca de la soledad, ya sea porque sus familias no se pueden hacer cargo de sus necesidades vitales y viven en residencias, donde tampoco van a visitarles, o porque viven en su casa, pero sus familiares se desentienden de ellos. 

Las personas mayores también necesitan ese amor y cariño que han brindado a sus hijos, nietos y a todo aquel que se encontraba en la calle a lo largo de toda su vida, aunque sea para dar los buenos días o preguntar qué tal ha ido la semana. Ellos también se merecen sentirse acompañados y no solos, necesitan un apoyo incondicional en su día a día que se preocupe por ellos y por sus necesidades. Además, las personas mayores cuando están solas, pueden empeorar a nivel de salud y acortar su esperanza de vida, porque estar solo supone una pérdida de habla, ser infeliz y no sentirte querido.  

La soledad se ha convertido en un problema creciente entre las personas mayores, afectando tanto su bienestar emocional como físico. Además, puede provocar serios problemas de salud, como la depresión, ansiedad o el deterioro cognitivo. Ante este panorama, es fundamental conocer cómo afecta esta situación y qué medidas se están tomando para combatirla.

Consecuencias emocionales y físicas

El impacto de la soledad va más allá de lo emocional. Aunque el aislamiento social puede generar sentimientos de tristeza, ansiedad o incluso desesperanza, también está vinculado a un mayor riesgo de enfermedades crónicas, como problemas cardiovasculares o diabetes. Además, la falta de contacto social prolongado ha sido relacionada con un aumento de los casos de demencia y con un mayor índice de mortalidad en comparación con aquellas personas mayores que mantienen relaciones sociales activas.

Factores que incrementan la soledad

Hay diversos factores que influyen en el aumento de la soledad en las personas mayores. La jubilación, la pérdida de seres queridos, los problemas de movilidad o de salud, y la falta de vínculos familiares o comunitarios son algunos de los más destacados. La pandemia de COVID-19 también agudizó esta problemática, al restringir el contacto físico y limitar las actividades sociales, agravando el aislamiento.

El ámbito rural es especialmente vulnerable, ya que las personas mayores que viven en pueblos alejados suelen tener menos acceso a servicios y redes de apoyo que aquellas que residen en zonas urbanas. 

Estrategias para combatir la soledad

La tecnología está jugando un papel crucial en este ámbito. El uso de smartphones, videollamadas y aplicaciones de mensajería se ha vuelto esencial para que los mayores puedan mantenerse en contacto con sus familiares y amigos, reduciendo así el impacto del aislamiento. La brecha digital, sin embargo, sigue siendo un reto, ya que no todos los mayores están familiarizados con estas herramientas, por lo que es importante ofrecer formación para su uso. Sin embargo, es cierto que en las residencias cada vez se implementan más pantallas para mantener el contacto con las familias, aunque no puedan verse presencialmente. 

El papel de la familia es esencial para combatir la soledad en las personas mayores. Mantener contacto regular, ya sea en persona o a través de llamadas, y estar atentos a las señales de aislamiento son medidas fundamentales. Pequeños gestos, como una visita o una conversación telefónica, pueden marcar una gran diferencia en la vida de una persona mayor.

Por estos motivos, la soledad en las personas mayores es un problema que debe abordarse desde diferentes frentes: institucional, social y familiar. Promover la inclusión social, ofrecer apoyo emocional y facilitar el acceso a herramientas tecnológicas son algunas de las claves para mejorar su calidad de vida. Combatir la soledad no solo les permitirá vivir con mayor bienestar, sino también alargar y mejorar la salud en sus últimos años.

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