Terminada la Asamblea sinodal en Roma en la que han participado 400 padres y madres sinodales, la síntesis final deja claro que una de las prioridades de la Iglesia es poner el foco en los que más sufren, en los más alejados y en los más desfavorecidos.
El documento publicado por el Vaticano deja claro que «los pobres piden amor a la Iglesia. Amor significa respeto, acogida y reconocimiento, sin los cuales dar comida, dinero o servicios sociales es ciertamente una forma importante de asistencia, pero que no tiene plenamente en cuenta la dignidad de la persona. El respeto y el reconocimiento son instrumentos poderosos para activar las capacidades personales, de modo que cada persona sea sujeto de su propio camino de crecimiento y no objeto de la acción asistencial de otros».
Los padres y madres sinodales han destacado que «para la Iglesia, la opción por los pobres y descartados es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Para san Juan Pablo II, Dios les concede primero su misericordia. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de todos los cristianos, llamados a alimentar «los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2, 5)».
Así mismo inciden en que «no hay un solo tipo de pobreza. Entre los muchos rostros de los pobres están los que no tienen lo necesario para llevar una vida digna. También están los de los migrantes y refugiados; los pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes; los que sufren violencia y abusos, en particular las mujeres; las personas con adicciones; las minorías a las que se niega sistemáticamente la voz; los ancianos abandonados; las víctimas del racismo, la explotación y el tráfico, en particular los menores; los trabajadores explotados; los excluidos económicamente y otros que viven en las periferias. Los más vulnerables entre los vulnerables, por los que es necesaria una defensa constante, son los niños en el vientre materno y sus madres».
«Estar al lado de los pobres es comprometerse con ellos también en el cuidado de nuestra casa común: el grito de la tierra y el grito de los pobres son el mismo grito. La falta de respuesta convierte a la crisis ecológica y al cambio climático en particular en una amenaza para la supervivencia de la humanidad, como subraya la exhortación apostólica Laudate Deum, publicada por el Papa Francisco coincidiendo con la apertura de los trabajos de la Asamblea sinodal. Las Iglesias de los países más expuestos a las consecuencias del cambio climático son muy conscientes de la urgencia de un cambio de rumbo y esto representa su contribución al camino de las demás Iglesias del planeta», se lee en el documento.
Piden en la síntesis que «el compromiso de la Iglesia debe llegar a las causas de la pobreza y la exclusión. Esto incluye actuar para proteger los derechos de los pobres y excluidos, y puede requerir la denuncia pública de las injusticias, ya sean perpetradas por individuos, gobiernos, empresas o estructuras sociales. Escuchar sus reivindicaciones y puntos de vista para darles voz, utilizando sus palabras, es crucial».
Cuestiones que deben abordarse
- i) En algunas partes del mundo, la Iglesia es pobre, con los pobres y para los pobres. Existe un riesgo constante, que hay que evitar cuidadosamente, de considerar a los pobres en términos de «ellos» y «nosotros», como «objetos» de la caridad de la Iglesia. Poner a los pobres en el centro y aprender de ellos es algo que la Iglesia debe hacer cada vez más.
- j) La denuncia profética de las situaciones de injusticia y la presión contra los responsables políticos, que exige recurrir a formas de diplomacia, deben mantenerse en tensión dinámica para no perder lucidez y fecundidad. En particular, hay que velar por que la utilización de fondos públicos o privados por parte de las estructuras eclesiales no condicione la libertad de pronunciarse en nombre de las exigencias del Evangelio.
- k) La acción en los campos de la educación, la sanidad y la asistencia social, sin discriminación ni exclusión de nadie, es un signo claro de una Iglesia que promueve la integración y la participación de los últimos en sí misma y en la sociedad. Se invita a las organizaciones activas en este campo a considerarse expresión de la comunidad cristiana y a evitar un estilo impersonal de vivir la caridad. También se les insta a trabajar en red y a coordinarse.
- l) La Iglesia debe ser honesta al examinar cómo respeta las exigencias de la justicia hacia quienes trabajan en instituciones afines, para dar testimonio de su coherencia con la integridad.
- m) EnunaIglesiasinodal,elsentidodelasolidaridadsemanifiestatambiénenelintercambiodedonesyla puesta en común de recursos entre Iglesias locales de distintas regiones. Se trata de relaciones que favorecen la unidad de la Iglesia, creando vínculos entre las comunidades cristianas implicadas. Es necesario centrarse en las condiciones que hay que garantizar para que los presbíteros que acuden en ayuda de las Iglesias pobres en clero no sean sólo un remedio funcional, sino un recurso para el crecimiento de la Iglesia que los envía y de la Iglesia que los acoge. Del mismo modo, debemos trabajar para que la ayuda económica no degenere en asistencialismo, sino que promueva una auténtica solidaridad evangélica y se gestione de manera transparente y fiable.
Propuestas
- n) La doctrina social de la Iglesia es un recurso demasiado poco conocido como para volver a invertir en ella. Las Iglesias locales deben comprometerse no sólo a dar a conocer mejor su contenido, sino a favorecer su apropiación mediante prácticas que pongan en práctica su inspiración.
- o) Que la experiencia de encuentro, de compartir la vida y de servir a los pobres y marginados se convierta en parte integrante de todos los itinerarios de formación ofrecidos por las comunidades cristianas: es una exigencia de la fe, no una opción. Esto es particularmente cierto para los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada.
- p) Como parte del replanteamiento del ministerio diaconal, debería promoverse una mayor orientación hacia el servicio a los pobres.
- q) Que los fundamentos bíblicos y teológicos de la ecología integral se integren más explícita y cuidadosamente en la enseñanza, la liturgia y las prácticas de la Iglesia.