En primer lugar, la doctrina católica tiene en cuenta la dignidad humana unida al cuidado de la creación. La Iglesia considera que los seres humanos tienen un grado de responsabilidad con la naturaleza bastante elevado. “Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”, Génesis 1: 28. Dios creó a Adán y a Eva como “guardianes de la creación”, y tienen ese poder de salvaguardar la naturaleza. Esto implica un compromiso de cuidar y proteger el medio ambiente para las generaciones presentes y futuras.
En hilo con la idea anterior, la Iglesia enfatiza que los seres humanos deben ver su relación con la naturaleza como «custodia» (stewardship). La sobreabundancia de bienes nos hace más egoístas, como dice Rousseau, “el ser humano es bueno por naturaleza, pero la sociedad le corrompe”. Tenemos que saber usar los recursos que disponemos de forma razonable y sostenible, para no caer en una explotación excesiva y causar deterioros irreparables al medio ambiente.
A raíz del pecado original, la relación del hombre con la naturaleza se ha visto dañada. La Iglesia ve en la crisis ecológica, un inconveniente a nivel técnico-científico y un problema moral, porque el hombre olvida el respeto debido a la creación y al Creador. Dios ha confiado el mundo a los humanos para que lo administren de manera responsable, garantizando una prosperidad integral. Los cristianos estamos llamados a trabajar por el Reino de los Cielos convencidos de que cuanto más aumenta nuestro poder, mayor es nuestra responsabilidad individual y colectiva. Continuando la obra de la salvación, tenemos la preocupación de perfeccionar esta tierra, especialmente en lo que pueda contribuir al progreso de la sociedad humana.
En segundo lugar, la inquietud por el medio ambiente está intrínsecamente relacionada con la promoción de la justicia social y la solidaridad con los más vulnerables. Está ligado a este concepto porque de una forma u otra afecta a los más pobres y los marginados y hay que abogar por políticas y acciones que promuevan la equidad y el bienestar de todos. La protección del medio ambiente no es solo una cuestión política o económica, sino también espiritual. La Iglesia llama a los individuos y a la sociedad a una conversión de corazón y mente, con el objetivo de adoptar un estilo de vida más humilde y respetuoso con el medio ambiente. El Papa Francisco con la idea de abordar todas las dimensiones que afecten a los retos medioambientales, ha popularizado el concepto de «ecología integral», que reconoce la interconexión entre los problemas ambientales, sociales, económicos y humanos.
Todos los Papas han llamado a los cristianos a cuidar de la creación a partir del Concilio Vaticano II: Pablo VI celebró la iniciativa de las Naciones Unidas de proclamar una Jornada mundial del Medio Ambiente, invitando a tomar conciencia. San Juan Pablo II avisó sobre la tentación humana de ver la naturaleza como objeto de conquista. Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate (n. 48-52), recuerda que “la protección del entorno, de los recursos y del clima requiere que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren prontitud para obrar de buena fe, en el respeto de la ley y la solidaridad con las regiones más débiles del planeta”. Recientemente, el Papa Francisco intenta promover una conciencia ecológica, a través de su encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común.