Entrevista con el padre Julio Cuesta

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Testimonio del Padre Julio Cuesta, sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Desde 1969 ha pasado por varios cargos y responsabilidades. Entre esos trabajos ha sido enviado, simplemente, como misionero. Su actual destino es Payatas, en Filipinas.
Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

El Terremoto de Payatas

En el año 2000 hubo un gran desprendimiento por un movimiento de tierras y cientos de personas quedaron sepultadas. Las autoridades se pusieron a excavar y sacaron a trescientas. Entonces, oficialmente murieron trescientas, pero simplemente es que cesaron de buscar gente.

Habrán muerto mil o más, era un día de fiesta, el derrumbe cubrió un barrio entero, sepultó calles, casas, etc., mientras la gente estaba en sus viviendas, porque al ser festivo los niños no habían ido al colegio… una tragedia.

Payatas saltó entonces a los medios internacionales y se dio a conocer.  Esto molestó enormemente al Gobierno, porque dio una imagen de falta de humanidad y desastre, al país.

Claro, claro, por eso es incomprensible que al gobierno filipino  no le compense terminar con esta situación…

Al gobierno le interesa lo contrario y, sin embargo, es muy comprensible, es una cuestión de dinero. El gobierno filipino obtiene muchos ingresos del vertedero, es una fuente de riqueza, cada camión que descarga la basura paga por hacerlo, son varios cientos de camiones al día… y mientras tanto, el gobierno no invierte nada, le cuesta cero. Se pide que inviertan en una pequeña clínica para atender a los que trabajan en el basurero, en las montañas de basura, pues lo hacen descalzos, sin guantes, sin mascarilla, completamente desprotegidos; pero no hay respuesta.

Allí están los orionistas, juntos los más pobres, para tratar de mejorar sus vidas… ¿cómo se articula la ayuda, cómo funcionáis?

Percibimos la realidad al visitar los barrios o, a veces, también nos llegan noticias de alguna necesidad. Entonces pedimos a una persona, a un filipino, que se acerque a conocer la realidad de esa familia o de esa zona.

Ellos van, hablan con la gente y cuando vuelven, el informe siempre es peor de lo que te hubieras podido imaginar. Entonces me acerco, para concretar cómo arreglar esa casa o cubrir la necesidad que haga falta. Y cuando llegas a la casa, estás allí en la puerta y ves a los vecinos, en una situación similar o incluso peor… y preguntas, ¿ahí quién vive?, imagínate, siempre hay una puerta al lado y al lado de esa, otra… es un trabajo sin fin.

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Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Las precarias calles de Payatas, en Manila.

La importancia de enviar ayuda a Payatas

La Congregación soporta el proyecto y lo sostiene, aunque tratamos también de percibir ayuda complementaria de benefactores privados y de empresas.

¿Tenéis benefactores del país? ¿Alguien os apoya?

El mayor benefactor de esta misión es la Congregación. Cuando ya estamos asentados entonces se decide, de acuerdo con las necesidades observadas, qué hace falta, por ejemplo, un centro para niños abandonados, nuestro Cottolengo filipino, como lo llamamos.

Allí tenemos niños que no tienen familia o no sabemos dónde está.
Suena tremendo, pero son niños con grave discapacidad intelectual y muchas físicas asociadas, necesitan medicinas, necesitan tratamientos, hospital… el gobierno no ayuda nada a las familias en esta situación, nada, se ven solas ante este problema, para enfrentarse a esos pagos, pero hay mucha pobreza, no pueden pagar… por eso los abandonan.

¿Y no hay en la zona ninguna organización de carácter internacional, … que pueda dar soporte a todas estas personas?

Esta es la situación, el mundo, dice el Padre Julio, cuando vas a esos lugares… el mundo, el mundo, es uno de pobreza. Imagínate China, con mil trescientos millones, tendrá cien millones de ricos, piensa que fueran el doble, doscientos millones, así que tienen mil millones de esclavos… India tiene mil millones y las cuentas salen parecidas, alcanzará a China dentro de poco. Hay grupos grandes de ricos, pero la gran mayoría de la población es pobre, es muy pobre.

¿No existe ningún control en Filipinas para frenar un poco esta situación de pobreza extrema?

Algún control hay, de natalidad, por ejemplo, pero las medidas no llegan al pobre, el pobre está fuera de todo, también de esto, es muy difícil. Y, claro, hablamos de familias muy numerosas.

Es pobreza no extrema, es pobreza total, absoluta: falta de comida, falta de salud, falta de cultura… falta de todo, de todo.

Un tifón permanente…—sus palabras flotan en el aire frente a nuestros ojos y nos muestran, en su crudeza, la realidad que no queremos ver. No hay afectación ni exageración en ellas. Él vive inmerso en esa dura realidad y cada reflexión, cada pensamiento, es una denuncia, un grito en favor de las miles de personas a las que acompaña, con las que sufre.

Reanuda el relato, «Cuando vienen las lluvias, las casas de las familias que están al borde del río, bueno, el río, la cloaca. La cloaca de la ciudad. Pues, como decía, cuando llegan lluvias, que son torrenciales, en poco tiempo el agua sube un metro y medio o dos. La gente que tiene la casa al borde del agua, no puede dormir por la noche, se les inunda, desaparecen las chabolas bajo el torrente… a pesar de que ponen palos, construyen chabolas tipo palafito, a una distancia del suelo»

Eso es el mundo, Asia, África, América… gente que lucha por sobrevivir, de la peor forma, pero por sobrevivir.

Y en esta realidad de vida… ¿rezan, son creyentes?

Su situación espiritual es … la que es, no pueden pensar en ir a la iglesia, les absorbe todo…  el sobrevivir. En la gran mayoría de casas tienen un altarcillo con santos, imágenes, eso casi todas las familias, de cualquier estrato social. Son devotos al Santo Niño, le ponen velas, practican una religiosidad muy popular, muy…

El Padre Julio deja las frases suspendidas a cada poco, la realidad que conoce es en muchos momentos inabarcable con el lenguaje, las palabras no pueden explicar completamente su experiencia…

Hacen lo que pueden, vamos,­–continúa, mientras se encoge de hombros, mostrando su comprensión–si no tienen zapatos, ni saben si darán de comer un simple plato de arroz ese día a sus hijos y es así un día y al siguiente; cómo plantearse o plantearles que dediquen tiempo o energías a otras cosas para ellos menos importantes. Si van descalzos por su extrema pobreza.

La Madre Irene (religiosa orionista que también ha vivido en Filipinas) me contó que los niños van a la escuela de un blanco impoluto. Que te sorprendes al ver salir de esas “casas” de lata y barro a los niños por la mañana, tan limpios y arreglados.

Sí, sí, tienen obsesión por la limpieza, ves salir a un niño para ir al colegio de una de las chabolas y no puedes creer cómo van, impecables, con el uniforme del colegio, y salen de una construcción mugrienta y sucia, en la que ni siquiera cuentan con agua corriente, muchas veces solo con el agua recogida de la lluvia. Si sudan van a cambiarse, se preocupan muchísimo por la higiene y cuidan mucho su aspecto. Esto es cultural y tiene que ver también con preservar su dignidad.

¿Y el colegio? ¿Todos van al colegio?

El colegio en edades tempranas es gratis en el país. Suelen ir todos los niños, sí, porque es gratuito. Pero claro, muchos van sin desayunar. Es una población con un grave problema de desnutrición, sobre todo en edades tempranas en las que el ser humano ha de desarrollarse. No tienen energías para mantener la atención, están débiles, se desmayan en clase… y no tienen tampoco estímulos para esforzarse, ilusiones, su día a día es sobrevivir. Vuelven del colegio a una chabola, a un espacio minúsculo en el que vive un montón de gente, sin mesas, sin sillas, muchas veces sin luz, etc. Es la ausencia total de recursos.

Terminan el bachiller con un nivel mínimo. Por todo esto, una de nuestros proyectos es apoyar a estudiantes para que salgan con un cierto nivel y que lleguen a la universidad, esto supone una aportación de alrededor de 400 euros al año.

Tenemos de todos los niveles, niños a los que ayudamos para que puedan salir medianamente formados. De nivel universitario tenemos, ahora mismo, aproximadamente, 60 chavales. Apoyamos actualmente a alrededor de 400 estudiantes de todos los niveles.

A estos 400 además de pagarles matrícula, libros, uniforme, material escolar, se les apoya en matemáticas e inglés, en nuestros centros de apoyo.

¿Y conseguís que llegue alguno a la universidad?

Algunos terminan sus estudios y cuando se enfrentan al siguiente paso, la universidad, no consiguen acceder. Hay universidades, la de los Dominicos o la de los Jesuítas, que son buenas universidades y aunque caras, ofrecen becas a veces, para niños de Payatas.

Pero claro, para ingresar se les hace una prueba de acceso y si hay 80 becas igual te cogen a dos, a uno… de los nuestros lo ha conseguido alguno, en eso nos esforzamos.

Si te dijera que te voy a dar dinero para un proyecto, ¿cuál me presentarías?

Uf, proyecto… comida, la comida es fundamental, la salud, hay muchas epidemias, la educación.

Tengo una idea de proyecto, lo vi en África y pensé, qué buena cosa. Un edificio dotacional, de ayuda social. Hay que construirlo. Un edificio de tres plantas. Una planta con cocina, destinado a alimentación, a nutrición. Otra planta con consultas, destinado a salud. Y otra planta con aulas provistas de ordenadores, dedicado a educación.

Pero en Payatas es imposible. La titularidad de los terrenos no es pública y tampoco está en manos de los que viven allí. Es imposible comprar los terrenos. Y ningún organismo internacional, ni fundación ni asociación, construye un edificio en un terreno del que no seas el propietario.

No se puede llevar adelante, cualquier proyecto que requiera de infraestructura es casi imposible.

Así que, te diría que destinases el dinero en orden de preferencia primero a comida y, en segundo lugar, a salud.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Comedor del Pequeño Cottolengo filipino

¿Y ayuda de fuera? ¿Cómo es de complicado que llegue?

Mira, una vez vinieron unos amigos de Italia. ¿Qué necesitáis?, me preguntaron. Necesitamos camas de hospital para el Cottolengo, les dije. Volvieron a Italia y nos consiguieron las camas. Llegaron dos contenedores al puerto de Manila.

Allí estuvieron retenidos más de dos meses. Hay corrupción, mafias, además de pagar los impuestos oficiales, hay que pagar al tipo que está con el contenedor, al que te deja pasar, etc. Alguien debió pagarles, porque un día nos dejaron llevárnoslos.

Alguien lo hizo sin decírmelo… desde el principio yo me negué, no podemos sostener esta corrupción. Estuve esperando a que desbloquearan la salida de los contenedores, pero me cansé. Alguien debió intervenir, porque me llamaron un día para decirme que podíamos llevárnoslos.

En estos países además de la pobreza, hay corrupción, dificultades de todo tipo, ¿verdad?

Además no pago porque lleguen las cosas, no pago a los corruptos, a veces, como en el caso de las camas y sin que me entere, alguien paga por mi. Pero no podemos hacernos cómplices de este sistema perverso.

Hay una solución que funciona y que no pasa por sostener la corrupción y facilita la ayuda del benefactor extranjero, es recibir una aportación económica y comprar allí mismo, o en China. Esa es una solución, poder adquirir los productos allí al lado.

Filipinas vive de la corrupción y del esclavismo. Tiene por el mundo a diez millones de esclavos.

El filipino es muy de su familia, así que cada uno de esos que anda por el mundo, envía dinero a su país y mantiene de media a cinco familiares. Así que el país “se ahorra” mantener a alrededor de cincuenta millones de personas.

Mientras tanto, el gobierno desde el ámbito municipal hasta el estatal, se aprovecha de esta entrada de dinero. Se impide que la población acceda a los recursos. Por ejemplo, se permite una construcción, a cambio de una cantidad que nunca aparecerá en la contabilidad municipal. Al que se desaloja se le da a cambio una casa de veinte metros, pero a veinte kilómetros.

Esto supone que para ir al trabajo tienen que emplear tres o cuatro horas de ida y otras tantas de vuelta, más la jornada laboral. Y emplear la mitad de lo que gana en el transporte de ese desplazamiento, pues allí es carísimo.

Así es imposible salir del estado de pobreza, es una pobreza sostenible, incapaz de romper el círculo, bien engrasado por los que gobiernan. Es estructural no coyuntural.

Entonces, no tiene solución ¿qué podemos hacer con estas injusticias?

Pero ¡claro!,–exclama el Padre Julio casi con indignación ante algo que para él es una obviedad..— esto es el mundo, no es solo Filipinas. Aquí, en Europa, en España, vivimos en un rincón privilegiado, donde el orden de las cosas es más o menos razonable, donde la dignidad se da por conquistada, donde se puede hablar de derechos, donde el ser humano importa, pero… esto es solamente un rincón.

El mundo de ahí fuera, “el resto del mundo” es, en su mayor parte, pobreza, injusticia, una gran masa de esclavos…—me mira fijamente, mientras su tono tranquilo muestra cuán asumida tiene, después de tantos años, esa realidad de abusos, de miseria.

Nada le sorprende y nada le detiene, convivir con el mal forma parte del cotidiano de su mundo. Un mundo al que él ha sido enviado con una importante y preciosa misión: portar en su corazón caridad para acompañar y sostener a los hombres, y fe y valentía para llevarles la Luz que los guíe hacia la esperanza.

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Últimos noticias

La labor del padre Julio en Filipinas

La labor del padre Julio en Filipinas

El padre Julio lleva más de 20 años trabajando en Payatas, Manila, una de las zonas más pobres de Filipinas. A través de comedores, clínicas y apoyo educativo, ayuda a miles de personas. Tú también puedes colaborar mediante donaciones o voluntariado.

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No lo olvides
¡Tu ayuda cambia vidas!

El Padre Julio Cuesta, sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, comienza en el año 1969 sus estudios de Teología en la Universidad de Comillas, en Madrid. En esa época vive en el Hogar Don Orione, el Centro para Adultos con Discapacidad Intelectual  que los orionistas habían abierto dos años antes. De aquello hace ya cincuenta años.

En ellos ha pasado por diferentes cargos y responsabilidades: ha sido director de seminaristas,  formador en Navarra, en Roma y también coordinador de todas las obras de la provincia “española”. Entre esos trabajos ha sido enviado, simplemente, como misionero. En uno de los últimos destinos, Venezuela, pensó que permanecería diez, veinte años, pero los designios del Señor raramente  coinciden con lo previsible. A los tres meses de llegar recibe una llamada de Roma: “estamos pensando en ti para Filipinas, aún no digas nada.”

Él responde, adecuándose perfectamente al carisma de su congregación, desde la generosidad, la humildad, el compromiso, la caridad: “Me da igual Oeste que Este, aquí que allá, iré donde haga falta…”

Lámparas que brillan

No han pasado diez meses y ya lo han enviado a la otra punta del mundo, a Filipinas. Lleva en esa misión catorce años.  Es la vida del misionero y, sobre todo, del misionero orionista: ir “allí donde hay una necesidad”.

Le recibimos en un despacho en el Hogar Don Orione, su casa. Se sienta frente a nosotros, sonriente, y podemos observar que viste sandalias; sencillez y humildad desde los pies hasta la cabeza. 

Habla de allí, de la misión, sin que hayamos comenzado la entrevista y le brillan los ojos: ­-“Es un lugar extenso, de pobreza, una pobreza extrema…”, tras darle las gracias por atendernos, le pedimos que nos relate un poco los inicios de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en aquel extremo del mundo.

Cuando los orionistas llegaron a Filipinas, hace treinta años, se pusieron al servicio del Obispo. En aquél tiempo era el Cardenal Sin, muy famoso entonces.

Al pedirle que les aconsejara a qué dedicar su servicio, les contesta:
“Tengo una parroquia especial para vosotros”.

El Padre Julio ríe mientras lo relata. Ahora entiende bien las razones del Obispo para tal afirmación. Especialmente adecuada para los herederos de san Luis Orione, aquél “loco de la caridad: Salvar siempre, salvar a todos, salvar a costa de cualquier sacrificio…”

Padre Julio, catorce años ya en Payatas. Cuéntanos, por favor, cómo y qué es aquello, mucha gente no lo conoce…

Payatas es la pobreza más radical. Los vertederos de Manila, una ciudad que son siete ciudades juntas, los basureros de 16 millones de personas. El Gobierno saca el basurero original, que estaba en el puerto, y lo traslada a una zona extensa que en origen estaba destinada a uso residencial. En cuanto empiezan a llegar los primeros camiones de basura, la gente comienza a ocupar el terreno.

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Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Empiezan a construir, con latas, con cartones, con lo que pueden, al pie del basurero, sus viviendas.

El Terremoto de Payatas

En el año 2000 hubo un gran desprendimiento por un movimiento de tierras y cientos de personas quedaron sepultadas. Las autoridades se pusieron a excavar y sacaron a trescientas. Entonces, oficialmente murieron trescientas, pero simplemente es que cesaron de buscar gente.

Habrán muerto mil o más, era un día de fiesta, el derrumbe cubrió un barrio entero, sepultó calles, casas, etc., mientras la gente estaba en sus viviendas, porque al ser festivo los niños no habían ido al colegio… una tragedia.

Payatas saltó entonces a los medios internacionales y se dio a conocer.  Esto molestó enormemente al Gobierno, porque dio una imagen de falta de humanidad y desastre, al país.

Claro, claro, por eso es incomprensible que al gobierno filipino  no le compense terminar con esta situación…

Al gobierno le interesa lo contrario y, sin embargo, es muy comprensible, es una cuestión de dinero. El gobierno filipino obtiene muchos ingresos del vertedero, es una fuente de riqueza, cada camión que descarga la basura paga por hacerlo, son varios cientos de camiones al día… y mientras tanto, el gobierno no invierte nada, le cuesta cero. Se pide que inviertan en una pequeña clínica para atender a los que trabajan en el basurero, en las montañas de basura, pues lo hacen descalzos, sin guantes, sin mascarilla, completamente desprotegidos; pero no hay respuesta.

Allí están los orionistas, juntos los más pobres, para tratar de mejorar sus vidas… ¿cómo se articula la ayuda, cómo funcionáis?

Percibimos la realidad al visitar los barrios o, a veces, también nos llegan noticias de alguna necesidad. Entonces pedimos a una persona, a un filipino, que se acerque a conocer la realidad de esa familia o de esa zona.

Ellos van, hablan con la gente y cuando vuelven, el informe siempre es peor de lo que te hubieras podido imaginar. Entonces me acerco, para concretar cómo arreglar esa casa o cubrir la necesidad que haga falta. Y cuando llegas a la casa, estás allí en la puerta y ves a los vecinos, en una situación similar o incluso peor… y preguntas, ¿ahí quién vive?, imagínate, siempre hay una puerta al lado y al lado de esa, otra… es un trabajo sin fin.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Las precarias calles de Payatas, en Manila.

La importancia de enviar ayuda a Payatas

La Congregación soporta el proyecto y lo sostiene, aunque tratamos también de percibir ayuda complementaria de benefactores privados y de empresas.

¿Tenéis benefactores del país? ¿Alguien os apoya?

El mayor benefactor de esta misión es la Congregación. Cuando ya estamos asentados entonces se decide, de acuerdo con las necesidades observadas, qué hace falta, por ejemplo, un centro para niños abandonados, nuestro Cottolengo filipino, como lo llamamos.

Allí tenemos niños que no tienen familia o no sabemos dónde está.
Suena tremendo, pero son niños con grave discapacidad intelectual y muchas físicas asociadas, necesitan medicinas, necesitan tratamientos, hospital… el gobierno no ayuda nada a las familias en esta situación, nada, se ven solas ante este problema, para enfrentarse a esos pagos, pero hay mucha pobreza, no pueden pagar… por eso los abandonan.

¿Y no hay en la zona ninguna organización de carácter internacional, … que pueda dar soporte a todas estas personas?

Esta es la situación, el mundo, dice el Padre Julio, cuando vas a esos lugares… el mundo, el mundo, es uno de pobreza. Imagínate China, con mil trescientos millones, tendrá cien millones de ricos, piensa que fueran el doble, doscientos millones, así que tienen mil millones de esclavos… India tiene mil millones y las cuentas salen parecidas, alcanzará a China dentro de poco. Hay grupos grandes de ricos, pero la gran mayoría de la población es pobre, es muy pobre.

¿No existe ningún control en Filipinas para frenar un poco esta situación de pobreza extrema?

Algún control hay, de natalidad, por ejemplo, pero las medidas no llegan al pobre, el pobre está fuera de todo, también de esto, es muy difícil. Y, claro, hablamos de familias muy numerosas.

Es pobreza no extrema, es pobreza total, absoluta: falta de comida, falta de salud, falta de cultura… falta de todo, de todo.

Un tifón permanente…—sus palabras flotan en el aire frente a nuestros ojos y nos muestran, en su crudeza, la realidad que no queremos ver. No hay afectación ni exageración en ellas. Él vive inmerso en esa dura realidad y cada reflexión, cada pensamiento, es una denuncia, un grito en favor de las miles de personas a las que acompaña, con las que sufre.

Reanuda el relato, «Cuando vienen las lluvias, las casas de las familias que están al borde del río, bueno, el río, la cloaca. La cloaca de la ciudad. Pues, como decía, cuando llegan lluvias, que son torrenciales, en poco tiempo el agua sube un metro y medio o dos. La gente que tiene la casa al borde del agua, no puede dormir por la noche, se les inunda, desaparecen las chabolas bajo el torrente… a pesar de que ponen palos, construyen chabolas tipo palafito, a una distancia del suelo»

Eso es el mundo, Asia, África, América… gente que lucha por sobrevivir, de la peor forma, pero por sobrevivir.

Y en esta realidad de vida… ¿rezan, son creyentes?

Su situación espiritual es … la que es, no pueden pensar en ir a la iglesia, les absorbe todo…  el sobrevivir. En la gran mayoría de casas tienen un altarcillo con santos, imágenes, eso casi todas las familias, de cualquier estrato social. Son devotos al Santo Niño, le ponen velas, practican una religiosidad muy popular, muy…

El Padre Julio deja las frases suspendidas a cada poco, la realidad que conoce es en muchos momentos inabarcable con el lenguaje, las palabras no pueden explicar completamente su experiencia…

Hacen lo que pueden, vamos,­–continúa, mientras se encoge de hombros, mostrando su comprensión–si no tienen zapatos, ni saben si darán de comer un simple plato de arroz ese día a sus hijos y es así un día y al siguiente; cómo plantearse o plantearles que dediquen tiempo o energías a otras cosas para ellos menos importantes. Si van descalzos por su extrema pobreza.

La Madre Irene (religiosa orionista que también ha vivido en Filipinas) me contó que los niños van a la escuela de un blanco impoluto. Que te sorprendes al ver salir de esas “casas” de lata y barro a los niños por la mañana, tan limpios y arreglados.

Sí, sí, tienen obsesión por la limpieza, ves salir a un niño para ir al colegio de una de las chabolas y no puedes creer cómo van, impecables, con el uniforme del colegio, y salen de una construcción mugrienta y sucia, en la que ni siquiera cuentan con agua corriente, muchas veces solo con el agua recogida de la lluvia. Si sudan van a cambiarse, se preocupan muchísimo por la higiene y cuidan mucho su aspecto. Esto es cultural y tiene que ver también con preservar su dignidad.

¿Y el colegio? ¿Todos van al colegio?

El colegio en edades tempranas es gratis en el país. Suelen ir todos los niños, sí, porque es gratuito. Pero claro, muchos van sin desayunar. Es una población con un grave problema de desnutrición, sobre todo en edades tempranas en las que el ser humano ha de desarrollarse. No tienen energías para mantener la atención, están débiles, se desmayan en clase… y no tienen tampoco estímulos para esforzarse, ilusiones, su día a día es sobrevivir. Vuelven del colegio a una chabola, a un espacio minúsculo en el que vive un montón de gente, sin mesas, sin sillas, muchas veces sin luz, etc. Es la ausencia total de recursos.

Terminan el bachiller con un nivel mínimo. Por todo esto, una de nuestros proyectos es apoyar a estudiantes para que salgan con un cierto nivel y que lleguen a la universidad, esto supone una aportación de alrededor de 400 euros al año.

Tenemos de todos los niveles, niños a los que ayudamos para que puedan salir medianamente formados. De nivel universitario tenemos, ahora mismo, aproximadamente, 60 chavales. Apoyamos actualmente a alrededor de 400 estudiantes de todos los niveles.

A estos 400 además de pagarles matrícula, libros, uniforme, material escolar, se les apoya en matemáticas e inglés, en nuestros centros de apoyo.

¿Y conseguís que llegue alguno a la universidad?

Algunos terminan sus estudios y cuando se enfrentan al siguiente paso, la universidad, no consiguen acceder. Hay universidades, la de los Dominicos o la de los Jesuítas, que son buenas universidades y aunque caras, ofrecen becas a veces, para niños de Payatas.

Pero claro, para ingresar se les hace una prueba de acceso y si hay 80 becas igual te cogen a dos, a uno… de los nuestros lo ha conseguido alguno, en eso nos esforzamos.

Si te dijera que te voy a dar dinero para un proyecto, ¿cuál me presentarías?

Uf, proyecto… comida, la comida es fundamental, la salud, hay muchas epidemias, la educación.

Tengo una idea de proyecto, lo vi en África y pensé, qué buena cosa. Un edificio dotacional, de ayuda social. Hay que construirlo. Un edificio de tres plantas. Una planta con cocina, destinado a alimentación, a nutrición. Otra planta con consultas, destinado a salud. Y otra planta con aulas provistas de ordenadores, dedicado a educación.

Pero en Payatas es imposible. La titularidad de los terrenos no es pública y tampoco está en manos de los que viven allí. Es imposible comprar los terrenos. Y ningún organismo internacional, ni fundación ni asociación, construye un edificio en un terreno del que no seas el propietario.

No se puede llevar adelante, cualquier proyecto que requiera de infraestructura es casi imposible.

Así que, te diría que destinases el dinero en orden de preferencia primero a comida y, en segundo lugar, a salud.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Comedor del Pequeño Cottolengo filipino

¿Y ayuda de fuera? ¿Cómo es de complicado que llegue?

Mira, una vez vinieron unos amigos de Italia. ¿Qué necesitáis?, me preguntaron. Necesitamos camas de hospital para el Cottolengo, les dije. Volvieron a Italia y nos consiguieron las camas. Llegaron dos contenedores al puerto de Manila.

Allí estuvieron retenidos más de dos meses. Hay corrupción, mafias, además de pagar los impuestos oficiales, hay que pagar al tipo que está con el contenedor, al que te deja pasar, etc. Alguien debió pagarles, porque un día nos dejaron llevárnoslos.

Alguien lo hizo sin decírmelo… desde el principio yo me negué, no podemos sostener esta corrupción. Estuve esperando a que desbloquearan la salida de los contenedores, pero me cansé. Alguien debió intervenir, porque me llamaron un día para decirme que podíamos llevárnoslos.

En estos países además de la pobreza, hay corrupción, dificultades de todo tipo, ¿verdad?

Además no pago porque lleguen las cosas, no pago a los corruptos, a veces, como en el caso de las camas y sin que me entere, alguien paga por mi. Pero no podemos hacernos cómplices de este sistema perverso.

Hay una solución que funciona y que no pasa por sostener la corrupción y facilita la ayuda del benefactor extranjero, es recibir una aportación económica y comprar allí mismo, o en China. Esa es una solución, poder adquirir los productos allí al lado.

Filipinas vive de la corrupción y del esclavismo. Tiene por el mundo a diez millones de esclavos.

El filipino es muy de su familia, así que cada uno de esos que anda por el mundo, envía dinero a su país y mantiene de media a cinco familiares. Así que el país “se ahorra” mantener a alrededor de cincuenta millones de personas.

Mientras tanto, el gobierno desde el ámbito municipal hasta el estatal, se aprovecha de esta entrada de dinero. Se impide que la población acceda a los recursos. Por ejemplo, se permite una construcción, a cambio de una cantidad que nunca aparecerá en la contabilidad municipal. Al que se desaloja se le da a cambio una casa de veinte metros, pero a veinte kilómetros.

Esto supone que para ir al trabajo tienen que emplear tres o cuatro horas de ida y otras tantas de vuelta, más la jornada laboral. Y emplear la mitad de lo que gana en el transporte de ese desplazamiento, pues allí es carísimo.

Así es imposible salir del estado de pobreza, es una pobreza sostenible, incapaz de romper el círculo, bien engrasado por los que gobiernan. Es estructural no coyuntural.

Entonces, no tiene solución ¿qué podemos hacer con estas injusticias?

Pero ¡claro!,–exclama el Padre Julio casi con indignación ante algo que para él es una obviedad..— esto es el mundo, no es solo Filipinas. Aquí, en Europa, en España, vivimos en un rincón privilegiado, donde el orden de las cosas es más o menos razonable, donde la dignidad se da por conquistada, donde se puede hablar de derechos, donde el ser humano importa, pero… esto es solamente un rincón.

El mundo de ahí fuera, “el resto del mundo” es, en su mayor parte, pobreza, injusticia, una gran masa de esclavos…—me mira fijamente, mientras su tono tranquilo muestra cuán asumida tiene, después de tantos años, esa realidad de abusos, de miseria.

Nada le sorprende y nada le detiene, convivir con el mal forma parte del cotidiano de su mundo. Un mundo al que él ha sido enviado con una importante y preciosa misión: portar en su corazón caridad para acompañar y sostener a los hombres, y fe y valentía para llevarles la Luz que los guíe hacia la esperanza.

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Últimos noticias

La labor del padre Julio en Filipinas

La labor del padre Julio en Filipinas

El padre Julio lleva más de 20 años trabajando en Payatas, Manila, una de las zonas más pobres de Filipinas. A través de comedores, clínicas y apoyo educativo, ayuda a miles de personas. Tú también puedes colaborar mediante donaciones o voluntariado.

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No lo olvides
¡Tu ayuda cambia vidas!

El padre Julio Cuesta nos cuenta la realidad de Payatas en una entrevista.

El Padre Julio Cuesta, sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, comienza en el año 1969 sus estudios de Teología en la Universidad de Comillas, en Madrid. En esa época vive en el Hogar Don Orione, el Centro para Adultos con Discapacidad Intelectual  que los orionistas habían abierto dos años antes. De aquello hace ya cincuenta años.

En ellos ha pasado por diferentes cargos y responsabilidades: ha sido director de seminaristas,  formador en Navarra, en Roma y también coordinador de todas las obras de la provincia “española”. Entre esos trabajos ha sido enviado, simplemente, como misionero. En uno de los últimos destinos, Venezuela, pensó que permanecería diez, veinte años, pero los designios del Señor raramente  coinciden con lo previsible. A los tres meses de llegar recibe una llamada de Roma: “estamos pensando en ti para Filipinas, aún no digas nada.”

Él responde, adecuándose perfectamente al carisma de su congregación, desde la generosidad, la humildad, el compromiso, la caridad: “Me da igual Oeste que Este, aquí que allá, iré donde haga falta…”

Lámparas que brillan

No han pasado diez meses y ya lo han enviado a la otra punta del mundo, a Filipinas. Lleva en esa misión catorce años.  Es la vida del misionero y, sobre todo, del misionero orionista: ir “allí donde hay una necesidad”.

Le recibimos en un despacho en el Hogar Don Orione, su casa. Se sienta frente a nosotros, sonriente, y podemos observar que viste sandalias; sencillez y humildad desde los pies hasta la cabeza. 

Habla de allí, de la misión, sin que hayamos comenzado la entrevista y le brillan los ojos: ­-“Es un lugar extenso, de pobreza, una pobreza extrema…”, tras darle las gracias por atendernos, le pedimos que nos relate un poco los inicios de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en aquel extremo del mundo.

Cuando los orionistas llegaron a Filipinas, hace treinta años, se pusieron al servicio del Obispo. En aquél tiempo era el Cardenal Sin, muy famoso entonces.

Al pedirle que les aconsejara a qué dedicar su servicio, les contesta:
“Tengo una parroquia especial para vosotros”.

El Padre Julio ríe mientras lo relata. Ahora entiende bien las razones del Obispo para tal afirmación. Especialmente adecuada para los herederos de san Luis Orione, aquél “loco de la caridad: Salvar siempre, salvar a todos, salvar a costa de cualquier sacrificio…”

Padre Julio, catorce años ya en Payatas. Cuéntanos, por favor, cómo y qué es aquello, mucha gente no lo conoce…

Payatas es la pobreza más radical. Los vertederos de Manila, una ciudad que son siete ciudades juntas, los basureros de 16 millones de personas. El Gobierno saca el basurero original, que estaba en el puerto, y lo traslada a una zona extensa que en origen estaba destinada a uso residencial. En cuanto empiezan a llegar los primeros camiones de basura, la gente comienza a ocupar el terreno.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Empiezan a construir, con latas, con cartones, con lo que pueden, al pie del basurero, sus viviendas.

El Terremoto de Payatas

En el año 2000 hubo un gran desprendimiento por un movimiento de tierras y cientos de personas quedaron sepultadas. Las autoridades se pusieron a excavar y sacaron a trescientas. Entonces, oficialmente murieron trescientas, pero simplemente es que cesaron de buscar gente.

Habrán muerto mil o más, era un día de fiesta, el derrumbe cubrió un barrio entero, sepultó calles, casas, etc., mientras la gente estaba en sus viviendas, porque al ser festivo los niños no habían ido al colegio… una tragedia.

Payatas saltó entonces a los medios internacionales y se dio a conocer.  Esto molestó enormemente al Gobierno, porque dio una imagen de falta de humanidad y desastre, al país.

Claro, claro, por eso es incomprensible que al gobierno filipino  no le compense terminar con esta situación…

Al gobierno le interesa lo contrario y, sin embargo, es muy comprensible, es una cuestión de dinero. El gobierno filipino obtiene muchos ingresos del vertedero, es una fuente de riqueza, cada camión que descarga la basura paga por hacerlo, son varios cientos de camiones al día… y mientras tanto, el gobierno no invierte nada, le cuesta cero. Se pide que inviertan en una pequeña clínica para atender a los que trabajan en el basurero, en las montañas de basura, pues lo hacen descalzos, sin guantes, sin mascarilla, completamente desprotegidos; pero no hay respuesta.

Allí están los orionistas, juntos los más pobres, para tratar de mejorar sus vidas… ¿cómo se articula la ayuda, cómo funcionáis?

Percibimos la realidad al visitar los barrios o, a veces, también nos llegan noticias de alguna necesidad. Entonces pedimos a una persona, a un filipino, que se acerque a conocer la realidad de esa familia o de esa zona.

Ellos van, hablan con la gente y cuando vuelven, el informe siempre es peor de lo que te hubieras podido imaginar. Entonces me acerco, para concretar cómo arreglar esa casa o cubrir la necesidad que haga falta. Y cuando llegas a la casa, estás allí en la puerta y ves a los vecinos, en una situación similar o incluso peor… y preguntas, ¿ahí quién vive?, imagínate, siempre hay una puerta al lado y al lado de esa, otra… es un trabajo sin fin.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Las precarias calles de Payatas, en Manila.

La importancia de enviar ayuda a Payatas

La Congregación soporta el proyecto y lo sostiene, aunque tratamos también de percibir ayuda complementaria de benefactores privados y de empresas.

¿Tenéis benefactores del país? ¿Alguien os apoya?

El mayor benefactor de esta misión es la Congregación. Cuando ya estamos asentados entonces se decide, de acuerdo con las necesidades observadas, qué hace falta, por ejemplo, un centro para niños abandonados, nuestro Cottolengo filipino, como lo llamamos.

Allí tenemos niños que no tienen familia o no sabemos dónde está.
Suena tremendo, pero son niños con grave discapacidad intelectual y muchas físicas asociadas, necesitan medicinas, necesitan tratamientos, hospital… el gobierno no ayuda nada a las familias en esta situación, nada, se ven solas ante este problema, para enfrentarse a esos pagos, pero hay mucha pobreza, no pueden pagar… por eso los abandonan.

¿Y no hay en la zona ninguna organización de carácter internacional, … que pueda dar soporte a todas estas personas?

Esta es la situación, el mundo, dice el Padre Julio, cuando vas a esos lugares… el mundo, el mundo, es uno de pobreza. Imagínate China, con mil trescientos millones, tendrá cien millones de ricos, piensa que fueran el doble, doscientos millones, así que tienen mil millones de esclavos… India tiene mil millones y las cuentas salen parecidas, alcanzará a China dentro de poco. Hay grupos grandes de ricos, pero la gran mayoría de la población es pobre, es muy pobre.

¿No existe ningún control en Filipinas para frenar un poco esta situación de pobreza extrema?

Algún control hay, de natalidad, por ejemplo, pero las medidas no llegan al pobre, el pobre está fuera de todo, también de esto, es muy difícil. Y, claro, hablamos de familias muy numerosas.

Es pobreza no extrema, es pobreza total, absoluta: falta de comida, falta de salud, falta de cultura… falta de todo, de todo.

Un tifón permanente…—sus palabras flotan en el aire frente a nuestros ojos y nos muestran, en su crudeza, la realidad que no queremos ver. No hay afectación ni exageración en ellas. Él vive inmerso en esa dura realidad y cada reflexión, cada pensamiento, es una denuncia, un grito en favor de las miles de personas a las que acompaña, con las que sufre.

Reanuda el relato, «Cuando vienen las lluvias, las casas de las familias que están al borde del río, bueno, el río, la cloaca. La cloaca de la ciudad. Pues, como decía, cuando llegan lluvias, que son torrenciales, en poco tiempo el agua sube un metro y medio o dos. La gente que tiene la casa al borde del agua, no puede dormir por la noche, se les inunda, desaparecen las chabolas bajo el torrente… a pesar de que ponen palos, construyen chabolas tipo palafito, a una distancia del suelo»

Eso es el mundo, Asia, África, América… gente que lucha por sobrevivir, de la peor forma, pero por sobrevivir.

Y en esta realidad de vida… ¿rezan, son creyentes?

Su situación espiritual es … la que es, no pueden pensar en ir a la iglesia, les absorbe todo…  el sobrevivir. En la gran mayoría de casas tienen un altarcillo con santos, imágenes, eso casi todas las familias, de cualquier estrato social. Son devotos al Santo Niño, le ponen velas, practican una religiosidad muy popular, muy…

El Padre Julio deja las frases suspendidas a cada poco, la realidad que conoce es en muchos momentos inabarcable con el lenguaje, las palabras no pueden explicar completamente su experiencia…

Hacen lo que pueden, vamos,­–continúa, mientras se encoge de hombros, mostrando su comprensión–si no tienen zapatos, ni saben si darán de comer un simple plato de arroz ese día a sus hijos y es así un día y al siguiente; cómo plantearse o plantearles que dediquen tiempo o energías a otras cosas para ellos menos importantes. Si van descalzos por su extrema pobreza.

La Madre Irene (religiosa orionista que también ha vivido en Filipinas) me contó que los niños van a la escuela de un blanco impoluto. Que te sorprendes al ver salir de esas “casas” de lata y barro a los niños por la mañana, tan limpios y arreglados.

Sí, sí, tienen obsesión por la limpieza, ves salir a un niño para ir al colegio de una de las chabolas y no puedes creer cómo van, impecables, con el uniforme del colegio, y salen de una construcción mugrienta y sucia, en la que ni siquiera cuentan con agua corriente, muchas veces solo con el agua recogida de la lluvia. Si sudan van a cambiarse, se preocupan muchísimo por la higiene y cuidan mucho su aspecto. Esto es cultural y tiene que ver también con preservar su dignidad.

¿Y el colegio? ¿Todos van al colegio?

El colegio en edades tempranas es gratis en el país. Suelen ir todos los niños, sí, porque es gratuito. Pero claro, muchos van sin desayunar. Es una población con un grave problema de desnutrición, sobre todo en edades tempranas en las que el ser humano ha de desarrollarse. No tienen energías para mantener la atención, están débiles, se desmayan en clase… y no tienen tampoco estímulos para esforzarse, ilusiones, su día a día es sobrevivir. Vuelven del colegio a una chabola, a un espacio minúsculo en el que vive un montón de gente, sin mesas, sin sillas, muchas veces sin luz, etc. Es la ausencia total de recursos.

Terminan el bachiller con un nivel mínimo. Por todo esto, una de nuestros proyectos es apoyar a estudiantes para que salgan con un cierto nivel y que lleguen a la universidad, esto supone una aportación de alrededor de 400 euros al año.

Tenemos de todos los niveles, niños a los que ayudamos para que puedan salir medianamente formados. De nivel universitario tenemos, ahora mismo, aproximadamente, 60 chavales. Apoyamos actualmente a alrededor de 400 estudiantes de todos los niveles.

A estos 400 además de pagarles matrícula, libros, uniforme, material escolar, se les apoya en matemáticas e inglés, en nuestros centros de apoyo.

¿Y conseguís que llegue alguno a la universidad?

Algunos terminan sus estudios y cuando se enfrentan al siguiente paso, la universidad, no consiguen acceder. Hay universidades, la de los Dominicos o la de los Jesuítas, que son buenas universidades y aunque caras, ofrecen becas a veces, para niños de Payatas.

Pero claro, para ingresar se les hace una prueba de acceso y si hay 80 becas igual te cogen a dos, a uno… de los nuestros lo ha conseguido alguno, en eso nos esforzamos.

Si te dijera que te voy a dar dinero para un proyecto, ¿cuál me presentarías?

Uf, proyecto… comida, la comida es fundamental, la salud, hay muchas epidemias, la educación.

Tengo una idea de proyecto, lo vi en África y pensé, qué buena cosa. Un edificio dotacional, de ayuda social. Hay que construirlo. Un edificio de tres plantas. Una planta con cocina, destinado a alimentación, a nutrición. Otra planta con consultas, destinado a salud. Y otra planta con aulas provistas de ordenadores, dedicado a educación.

Pero en Payatas es imposible. La titularidad de los terrenos no es pública y tampoco está en manos de los que viven allí. Es imposible comprar los terrenos. Y ningún organismo internacional, ni fundación ni asociación, construye un edificio en un terreno del que no seas el propietario.

No se puede llevar adelante, cualquier proyecto que requiera de infraestructura es casi imposible.

Así que, te diría que destinases el dinero en orden de preferencia primero a comida y, en segundo lugar, a salud.

Entrevista a el Padre Julio Cuesta - Sacerdote de la Pequeña Obra de la Divina Providencia - Misiones orionista en Venezuela y en Filipinas

Comedor del Pequeño Cottolengo filipino

¿Y ayuda de fuera? ¿Cómo es de complicado que llegue?

Mira, una vez vinieron unos amigos de Italia. ¿Qué necesitáis?, me preguntaron. Necesitamos camas de hospital para el Cottolengo, les dije. Volvieron a Italia y nos consiguieron las camas. Llegaron dos contenedores al puerto de Manila.

Allí estuvieron retenidos más de dos meses. Hay corrupción, mafias, además de pagar los impuestos oficiales, hay que pagar al tipo que está con el contenedor, al que te deja pasar, etc. Alguien debió pagarles, porque un día nos dejaron llevárnoslos.

Alguien lo hizo sin decírmelo… desde el principio yo me negué, no podemos sostener esta corrupción. Estuve esperando a que desbloquearan la salida de los contenedores, pero me cansé. Alguien debió intervenir, porque me llamaron un día para decirme que podíamos llevárnoslos.

En estos países además de la pobreza, hay corrupción, dificultades de todo tipo, ¿verdad?

Además no pago porque lleguen las cosas, no pago a los corruptos, a veces, como en el caso de las camas y sin que me entere, alguien paga por mi. Pero no podemos hacernos cómplices de este sistema perverso.

Hay una solución que funciona y que no pasa por sostener la corrupción y facilita la ayuda del benefactor extranjero, es recibir una aportación económica y comprar allí mismo, o en China. Esa es una solución, poder adquirir los productos allí al lado.

Filipinas vive de la corrupción y del esclavismo. Tiene por el mundo a diez millones de esclavos.

El filipino es muy de su familia, así que cada uno de esos que anda por el mundo, envía dinero a su país y mantiene de media a cinco familiares. Así que el país “se ahorra” mantener a alrededor de cincuenta millones de personas.

Mientras tanto, el gobierno desde el ámbito municipal hasta el estatal, se aprovecha de esta entrada de dinero. Se impide que la población acceda a los recursos. Por ejemplo, se permite una construcción, a cambio de una cantidad que nunca aparecerá en la contabilidad municipal. Al que se desaloja se le da a cambio una casa de veinte metros, pero a veinte kilómetros.

Esto supone que para ir al trabajo tienen que emplear tres o cuatro horas de ida y otras tantas de vuelta, más la jornada laboral. Y emplear la mitad de lo que gana en el transporte de ese desplazamiento, pues allí es carísimo.

Así es imposible salir del estado de pobreza, es una pobreza sostenible, incapaz de romper el círculo, bien engrasado por los que gobiernan. Es estructural no coyuntural.

Entonces, no tiene solución ¿qué podemos hacer con estas injusticias?

Pero ¡claro!,–exclama el Padre Julio casi con indignación ante algo que para él es una obviedad..— esto es el mundo, no es solo Filipinas. Aquí, en Europa, en España, vivimos en un rincón privilegiado, donde el orden de las cosas es más o menos razonable, donde la dignidad se da por conquistada, donde se puede hablar de derechos, donde el ser humano importa, pero… esto es solamente un rincón.

El mundo de ahí fuera, “el resto del mundo” es, en su mayor parte, pobreza, injusticia, una gran masa de esclavos…—me mira fijamente, mientras su tono tranquilo muestra cuán asumida tiene, después de tantos años, esa realidad de abusos, de miseria.

Nada le sorprende y nada le detiene, convivir con el mal forma parte del cotidiano de su mundo. Un mundo al que él ha sido enviado con una importante y preciosa misión: portar en su corazón caridad para acompañar y sostener a los hombres, y fe y valentía para llevarles la Luz que los guíe hacia la esperanza.

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La labor del padre Julio en Filipinas

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El padre Julio lleva más de 20 años trabajando en Payatas, Manila, una de las zonas más pobres de Filipinas. A través de comedores, clínicas y apoyo educativo, ayuda a miles de personas. Tú también puedes colaborar mediante donaciones o voluntariado.

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