Es cierto, que la mayoría de los cuidados a personas dependientes por razones de salud se realizan en el interior de los hogares y son de carácter no remunerado, es decir, alguna figura del entorno familiar se hace cargo, por amor y cariño, sin esperar nada a cambio. Por otro lado, esto no quiere decir que el oficio de cuidador de personas con discapacidad no exista, por supuesto que es un oficio y sí está remunerado como trabajo en centros especializados. Una pequeña parte de estos son provistos por las instituciones sanitarias formales.
Nos puede generar un sentimiento de culpa el pensar por qué no ayudamos o, por qué no ponemos de nuestra parte para ayudar. Normalmente se genera una respuesta automática ante esta cuestión por parte de la sociedad: “ya hay personas que se dedican a ayudar a las personas discapacitadas o dependientes, ¿qué más puedo aportar yo si ya lo hacen ellos?”. Tristemente esta es la respuesta habitual de muchas personas, las cuales piensan que porque ya exista un oficio que se encargue de este tipo de cuidados, ellos no pueden aportar nada más, y realmente no es así. Sin embargo, en ocasiones, la pregunta debería ser a la inversa, ¿qué hay de esas personas que dedican su vida por y para apoyar a los individuos que sufren estas dependencias porque no son capaces de hacerlo por ellos mismos?
El sentimiento de ternura, empatía o apoyo nos nace hacia quién sufre estas discapacidades, pero no nos surge pensar en quién hay detrás de estas ayudas para que vivan con “normalidad”. El cuidado familiar es un pilar fundamental que se nota cuando falta, este constituye la parte invisible del denominado «iceberg del bienestar», en el que la parte visible corresponde a los servicios formales de cuidado.
De nuevo, es normal volver a preguntar, intentando encontrar respuestas: ¿por qué “la parte que no se ve”? Esto se debe que en muchas ocasiones lo normal es cuidar tu entorno y todo lo que implica, con sus más y sus menos. Pero esta no es la realidad en todos los hogares. Por mucho que a los padres les nazca un amor eterno, inigualable e incondicional, es decir sin pedir nada a cambio por sus hijos con discapacidades, no quiere decir que lo tengamos que valorar menos. Todo lo contrario, hay que hacer eco de estos cuidados.
Por ello, todos deberíamos reflexionar acerca de los sentimientos del entorno familiar: ¿cómo se sienten los familiares que dedican gran parte de su vida a cuidar a sus hijos, a sus padres, a sus abuelos…? Ellos también tienen sentimientos, también sufren en silencio por no tener la fachada de figura débil… Tienen que tener esa coraza y esa fortaleza que tanto les caracteriza, sin tener un momento de estar cabizbajos porque tienen que darlo todo por el cuidado y el bienestar de sus seres queridos. A veces nos olvidamos de nuestro ego, nuestro yo en primera persona, tanto dar a los demás y nos olvidamos de nosotros mismos. Sin embargo, tenemos que pensar, que, aunque nos olvidemos de nuestro propio cuidado, los demás seguirán mirando por nosotros, al igual que lo hacemos por ellos. De esta manera, no solo hay que tener afecto por quienes sufren las discapacidades, sino también por aquellos que las hacen más amenas y más llevaderas. Hay que preguntarnos si ellos también necesitan apoyo, si pueden con todo o si a veces van cuesta abajo sin frenos y necesitan ayuda externa.
El cuidado familiar afecta a los receptores del cuidado, a los cuidadores, a las familias y el entorno de los cuidadores, a los empleadores de los cuidadores y por supuesto, a la sociedad en general, aunque pocos quieran darse cuenta.
Y, ¿por qué mencionar a la sociedad en líneas generales como parte involucrada? Esto se debe a que el cuidado familiar tiene efectos globales que no tienen que ver con áreas específicas. El ejemplo a destacar son los costes económicos de los servicios de cuidado financiados públicamente o la pérdida de la mano de obra cualificada que conlleva este tipo de cuidado, puesto que se invierte mucho tiempo que, a su vez, no se rentabiliza trabajando. Todo esfuerzo y sacrificio se tiene que ver representado y en el caso de los cuidadores en el entorno familiar, puede que se estén olvidando de ellos como personas por servir a los demás.