El primer paro para garantizar una educación inclusiva y efectiva es entender todo tipo de necesidades, por ejemplo los niños con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) o los niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista), necesitan un desarrollo académico y social adaptado a sus necesidades. Por ello, los colegios y los profesionales de la educación deben saber reaccionar a este tipo de necesidades, adaptarse a los alumnos con estrategias específicas o actividades que beneficien y promuevan la igualdad de oportunidades en el aula.
La principal cualidad que los docentes tienen que tener es la comprensión y la flexibilidad. La comunicación es uno de los principales retos, ya que algunos niños pueden tener dificultades para expresarse verbalmente o interpretar el lenguaje no verbal. Por ello, los profesores deben emplear sistemas de apoyo visual, como pictogramas, tablas de comunicación o agendas visuales, que permitan estructurar las actividades del día y anticipar cambios en la rutina.
Asimismo, es esencial crear un entorno predecible y ordenado en el aula, reduciendo los estímulos que puedan generar sobrecarga sensorial, como ruidos excesivos, luces brillantes o distracciones visuales. Establecer normas claras y horarios bien definidos facilita la comprensión de las tareas y reduce la ansiedad en los niños.
Actividades para favorecer el aprendizaje
El aprendizaje debe estar centrado en actividades que promuevan el desarrollo de habilidades comunicativas, sociales y cognitivas. Ejercicios prácticos, juegos cooperativos y talleres creativos resultan especialmente beneficiosos para captar su atención y reforzar sus conocimientos.
Entre las actividades más efectivas se encuentran los juegos de imitación, donde los niños pueden aprender observando y repitiendo conductas de sus compañeros, y las actividades sensoriales, como trabajar con plastilina, pinturas o materiales táctiles, que ayudan a mejorar la motricidad y la concentración. También se recomienda emplear herramientas tecnológicas, como tabletas con aplicaciones educativas adaptadas, que permiten un aprendizaje más personalizado.
Por otro lado, fomentar la interacción con otros alumnos es clave. Para ello, los docentes pueden organizar dinámicas grupales supervisadas que refuercen las habilidades sociales y la empatía en todos los estudiantes.
El papel del profesorado y las familias
Al igual que los profesores tienen un papel vital en la formación de los alumnos con TEA, las familias tienen que ser igual de comprensivas o más. El trabajo que se crea en el hogar suma facilidades a los docentes. Por el contrario, si todo lo que se promueve en el aula se olvida en casa, es un auténtico fracaso en el aprendizaje. Profesores y familias tienen que trabajar unidos, colaborando para que sus hijos o alumnos tengan un futuro prometedor. Compartir información y trabajar de manera conjunta asegura que las adaptaciones en el aula sean coherentes con las rutinas en casa.
Es evidente que garantizar una educación inclusiva para los niños con TEA requiere un enfoque individualizado, recursos adecuados y un compromiso por parte de toda la comunidad educativa, por ello, cuanta más conciencia haya sobre estas dificultades y más ayuda se ofrezca, los niños con TEA aprenderán más rápido y se formarán mejor. De este modo, se promueve no solo el aprendizaje académico, sino también la integración y el bienestar de los alumnos en el entorno escolar.