Los valores son algo que nos definen como persona, gracias a la educación que recibimos en el colegio y en casa nos formamos desde infantil y primaria. Sin embargo, hay otro tipo de educación de la que no se habla tanto, y es el camino de la fe, unirnos con Dios en amor y compañía, este tipo de educación la aprendemos con la catequesis, es decir, con ayuda de las parroquias, que son las que nos guían.
El abandono escolar no solo afecta a las familias y centros educativos, sino que también impacta a las parroquias, donde se observa cómo los jóvenes que dejan sus estudios suelen desvincularse de valores fundamentales, incluidos los cristianos. Ante esta problemática, las iglesias y colegios han decidido aunar esfuerzos para combatir este fenómeno, potenciando estrategias conjuntas que buscan no solo frenar el abandono, sino también inculcar valores que fortalezcan a los menores en su desarrollo personal y académico.
El abandono escolar temprano representa un desafío de gran envergadura para la sociedad. Los menores que dejan sus estudios suelen enfrentarse a mayores riesgos de exclusión social, precariedad laboral y desconexión con principios éticos y comunitarios. Las parroquias, tradicionalmente encargadas de transmitir valores espirituales y morales, han detectado que muchos de estos jóvenes también se distancian de los entornos religiosos, perdiendo referentes esenciales en su formación integral.
Por ello, tanto instituciones educativas como religiosas han identificado la necesidad de actuar de manera coordinada. El objetivo principal es crear espacios que refuercen el compromiso de los jóvenes con su educación, mientras se fomenta el desarrollo de valores que les permitan integrarse en la sociedad de forma plena y responsable.
La unión entre parroquias y centros educativos está logrando avances significativos en la prevención del abandono escolar. Este tipo de colaboración, que busca combatir uno de los problemas más acuciantes del sistema educativo, pone el foco en los alumnos más vulnerables.
Un enfoque integral para los jóvenes
La iniciativa, impulsada principalmente en localidades con altos índices de riesgo social, combina recursos educativos y apoyo emocional. Las parroquias actúan como puntos de encuentro para talleres, actividades extraescolares y sesiones de orientación que complementan el trabajo en las aulas.
Uno de los programas destacados son las actividades deportivas y culturales diseñadas para fortalecer habilidades como la cooperación, la resiliencia y la disciplina. Estas actividades, organizadas por voluntarios, se combinan con tutorías personalizadas que ayudan a los alumnos a identificar sus fortalezas y superar dificultades académicas.
Apoyo familiar, clave en el proceso
La implicación de las familias es otro de los pilares fundamentales. Las parroquias crean redes de apoyo para padres, donde se abordan temas como la gestión de conflictos, la importancia de la continuidad educativa y el desarrollo emocional de los hijos. La cercanía que ofrecen las parroquias fomenta un ambiente de confianza y compromiso que muchas veces las instituciones educativas no logran alcanzar por sí solas.
La colaboración entre parroquias y escuelas demuestra que, con recursos limitados, pero bien gestionados, es posible generar un cambio positivo en la vida de los jóvenes en situación de riesgo. La clave está en abordar el problema desde una perspectiva comunitaria y centrada en las necesidades de cada alumno.